Desafiando las probabilidades: El viaje de Tiffany
Cuando Tiffany Shank tenía tres años, sus padres notaron que le faltaba energía y estaba constantemente aletargada, algo muy diferente de la típica niña activa. Además de la fatiga, Tiffany desarrolló manchas en la piel similares a moretones, sobre todo en el lado izquierdo del cuerpo.
Sus padres buscaron respuestas de varios médicos, solo para enfrentarse a acusaciones de abuso infantil debido a los misteriosos hematomas. Al desvanecerse la esperanza, la llevaron a un último médico en su pequeño pueblo de Vermont: un médico recién graduado de la facultad de medicina. Le realizó una revisión completa de pies a cabeza y, aunque inseguro, sospechó una afección rara. Para confirmarlo, la remitió al Hospital Infantil Flotante de Boston para que le realizaran pruebas exhaustivas.
Allí, se sometió a una biopsia muscular, un estudio de tránsito baritado, numerosos análisis de sangre, radiografías, tomografías computarizadas, resonancias magnéticas y más. Tras semanas de angustiosa espera, sus padres recibieron una llamada para que trajeran a Tiffany de vuelta para recibir los resultados.
El médico dio una noticia devastadora: Tiffany había... esclerodermiaUna enfermedad increíblemente rara, sobre todo en niños. Les dijo a sus padres que no tenía cura, solo tratamientos limitados, y que probablemente estaría postrada en cama a los 10 años y no sobreviviría más allá de los 15. Tiffany, aunque joven, recuerda vívidamente las palabras del médico, así como la angustia en los rostros de sus padres.
Ese fue el momento en el que supo que tenía que aprender a defenderse por sí misma, justo cuando estaba encontrando su voz por primera vez.
Una infancia marcada por los desafíos
A partir de ese momento, la vida de Tiffany giró en torno a las citas médicas. Cada dos semanas, viajaba de Vermont a Boston para recibir seguimiento y tratamiento. Inicialmente, le recetaron D-penicilamina, pero experimentó aumento de peso y fatiga constante. Sus años escolares fueron muy diferentes. Debido a las frecuentes ausencias, requirió apoyo adicional, incluyendo un Plan Educativo Individualizado (PEI). Perdía el recreo, no por restricciones, sino porque estaba en casa trabajando con un fisioterapeuta. No tenía la capacidad de ser una niña normal.
A pesar de sus incesantes problemas médicos, Tiffany encontró consuelo en el deporte. El hockey sobre césped, el baloncesto y el sóftbol la mantuvieron activa, frenando la atrofia bajo sus placas de morfea y ayudando a frenar el avance de su esclerodermia. Mantenerse activa la ayudó a contrarrestar el deterioro muscular causado por su condición, pero el impacto emocional fue inmenso: soportó acoso incesante, exclusión y la carga de sentirse excluida.
En su adolescencia, la dinámica familiar se desintegró. Sus padres se divorciaron durante su último año de preparatoria, y con ello, perdió su seguro médico. De los 17 a los 22 años, Tiffany no recibió ningún tratamiento médico. Durante ese tiempo, aparecieron nuevos síntomas: El fenómeno de RaynaudDolor articular extremo y problemas gastrointestinales. Finalmente, consiguió un seguro a través de su esposo y reanudó su atención médica, solo para descubrir que su esclerodermia localizada se había vuelto sistémica y afectaba sus órganos.
La adultez: defensa y supervivencia
El camino de Tiffany hacia la edad adulta estuvo plagado de constantes batallas médicas. Ningún tratamiento le proporcionó un alivio significativo. Algunos medicamentos le causaron efectos secundarios graves, mientras que otros no surtieron efecto. Ahora, a los 39 años, depende del oxígeno a tiempo completo y su estado físico continúa deteriorándose.
A pesar de todo, Tiffany desafió todos los pronósticos médicos. No solo sobrevivió más de 15 años, sino que también se convirtió en madre. Aunque los médicos le dijeron que nunca concebiría, se embarazó. El embarazo fue agotador: su piel se estiró insoportablemente y sufrió numerosas complicaciones. Tras 29 horas de parto y una intervención de emergencia, dio a luz a su hijo, quien pasó un mes en la UCIN, pero ahora es un joven de 15 años sano y próspero.
Mientras su salud seguía deteriorándose, su resiliencia se fortaleció. Se involucró profundamente en la defensa de los derechos de las personas con esclerodermia, dirigiendo un grupo de apoyo en Colorado y realizando voluntariado incansablemente. Ahora es un pilar en la comunidad de esclerodermia, utilizando su experiencia de toda la vida para educar, apoyar e inspirar a otros. Su trabajo la ha llevado a ser invitada a conferencias nacionales, donde espera ser ponente invitada.
Las dificultades para acceder a la atención médica
Uno de los mayores desafíos de Tiffany ha sido navegar por el sistema de salud. Las barreras del seguro la obligaron a probar múltiples medicamentos sin éxito antes de acceder a tratamientos potencialmente efectivos. A menudo, sus médicos tuvieron que luchar por la aprobación, retrasando la atención necesaria. Cree firmemente que los pacientes deben tener derecho a elegir opciones de tratamiento avanzadas, como trasplantes de células madre, sin pasar por obstáculos innecesarios.
“La relación médico-paciente es crucial”, enfatiza. “Sin confianza y comunicación abierta, la atención médica se vuelve ineficaz”. Tiffany insta a los pacientes a defenderse, hacer preguntas y cambiar de médico si es necesario.
Una misión de por vida para ayudar a los demás
La trayectoria de Tiffany con las enfermedades autoinmunes raras ha estado llena de obstáculos, pero ha transformado sus luchas en apoyo. Cree en el poder de la comunidad e insta a otros a buscar apoyo a través de terapia, redes de pacientes y fundaciones nacionales. Su mensaje para quienes luchan con enfermedades autoinmunes es simple: Usted no está solo.
Anima a los pacientes a buscar a otras personas con afecciones similares, a impulsar mejores tratamientos y a luchar por la concienciación. Dar visibilidad a las enfermedades autoinmunes no se trata solo de reconocimiento, sino que también genera mayor financiación, investigación y, en última instancia, esperanza de cura.
“Tu voz importa”
Vivir con una enfermedad rara es una experiencia que te aísla, pero Tiffany se ha dedicado a cambiar eso. Su historia no se trata solo de supervivencia, sino de resiliencia, defensa y la firme convicción de que, juntos, la comunidad autoinmune puede generar un cambio significativo.
Su consejo para los recién diagnosticados: «Luchen por sí mismos. Busquen médicos que los escuchen. Busquen apoyo. Su voz importa».
Para quienes desean apoyar a la comunidad autoinmune, la concientización es fundamental. Cuanta más gente comprenda estas enfermedades, mayor será la posibilidad de financiar investigaciones que conduzcan a mejores tratamientos y, algún día, a una cura.
El viaje de Tiffany está lejos de terminar, ya que continúa inspirando a innumerables personas al demostrar que incluso frente a una adversidad abrumadora, hay fuerza en la unidad.
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